EL GOERING SUDAMERICANO
A principios de 1944, el enfrentamiento en el escenario europeo, no pintaba bien para las fuerzas alemanas. Algunos jerarcas nazis, de buen olfato, venían percibiendo el olor de la derrota y apuraban planes referidos a la producción de armamentos.
El entonces Ministro de la Producción, Albert Speer, fue invitado a comer con Martin Bormann, en casa de Herman Goering, Mariscal a cargo de la Luftwaffe y Presidente del Reichstag.
El anfitrión, alto, gordo y sibarita, vivía rodeado de exquisiteces: pinturas, porcelanas, alfombras, gobelinos, muebles de palisandro, todo saqueado de los tesoros franceses, pero lo que atesoraba el ciclópeo aviador, con mucha devoción, era su cueva de vinos. Después de diseñar un proyecto armamentista, pasaron al comedor. Ciertamente no se sirvió el acido chucrut, tampoco rollnops ni seelachs. Fueron reemplazados por exquisiteces de la cocina francesa: Coquille Saint Jacques, boeuf bourguignon y como postre los deliciosos croquenbouch. Los invitados se percataron que el sommelier escanciaba para ellos vino de una botella, distinta a la destinada al dueño de casa.
Goering se disculpó con sus invitados. Explicó que estaban tomando un excepcional vino francés de Borgoña, que nadie en Alemania había probado. A él le estaban sirviendo un Lafite- Rothchild- Pauillac, cuyas características no se volverían a repetir. Agregó: “Nadie se daría cuenta de la diferencia, excepto yo, que tengo un paladar educado”. Agregó que sólo le quedaban 3 cajas y cada vez que consumía una botella sentía una angustia infinita.
Este relato es intrascendente, pero en el Perú ha aparecido un émulo de Goering. Es vergonzoso que en este país plagado de desempleo, deficiente aplicación de sistemas de salud ,educación y niveles de corrupción que abochornan, el Jefe de Estado esté dando muestras de frivolidad elevada a la máxima potencia y tenga en la “cave de palacio”, cajas de un vino calidad “premiun” elaborado en Lujan, Argentina. No sólo repugna al pueblo la fatuidad, pedantería y arrogancia, sino además la mentira, porque desde el despacho presidencial nos recordaban que sólo se servía café y bebidas carbonatadas en botella. Cuando descubrió el periodismo que el pisco sour, se utilizaba más que el agua, contestó el doctor García que doña Judith de la Matta, agricultora iqueña, obsequiaba aguardiente de su propia cosecha. Las noticias y fotos, referidas a las botellas de vino argentino, con etiquetas que consignan su foto engolada, el elevado cargo que desempeña y la bandera del Perú, lo cogieron desprevenido, con los pantalones en los tobillos. Es preferible que mantenga silencio, o que encargue su defensa a la Revista Caretas, porque cada explicación que ensayó, sufrió una réplica coherente de los dueños del viñedo y cuando, finalmente explicó que RR.EE. estuvo a cargo de esa gestión, Cancillería reaccionó, pues no figuraba entre sus gastos y Aduanas no registraba su ingreso al país.
Goering en prisión olvidó las exquisiteces y recuperó la sobriedad. Sabemos que estas pequeñas farsas y enredos no ameritan sanción para García. Después del anterior periodo, cuando merecía las 7 plagas de Egipto, dejó pasar diez años y aprovechó la amnesia del pueblo para volver a Palacio. No sé si los peruanos seguimos con tendencia suicida, si es así que siga faltando a la verdad, interviniendo en el proceso electoral, prohijando a las sabandijas de su agrupación política, pues tendrá la certeza que el Perú tiene espíritu de país cornudo y lo recibirá con los brazos abiertos. “In vino veritas”.