Un fuerte remezón emocional, asì como un grave desasosiego, tienen que haber sufrido Alberto Fujimori y su hija Keiko, candidata a las próximas elecciones como presidenta del Perù, cuando se enteraron que el ex dictador argentino Jorge Videla, asumió a plenitud su responsabilidad en los crímenes cometidos durante su gobierno, entre los años 1976 y 1983.

“ Mis subordinados se limitaron a cumplir órdenes”, dijo  un día antes, al tribunal que lo condenó a cadena perpetua. Su declaración facilitò la decisiòn que tomo la sala 24 horas despuès.

Fujimori desde su cómodo encierro, tiene que haber sentido profunda vergüenza, no tanto por sus crímenes, sino por la gallarda declaraciòn del militar austral, quien hizo resaltar, por contraste, la falta de honor y coraje del peruano, ya revelados cuando, por un intento de golpe militar, se refugió bajo la cama del embajador japonès.

En este párrafo me dirigiré directamente al ex presidente:  Lo exhorto a que recupere el honor y  autoestima ,si alguna vez los tuvo. Declare no haber tenido vocación de carnicero nazi y manifieste que, en momentos cruciales, creyó que su soluciòn era la única para salvar el Perú. Lave usted su honorabilidad, posiblemente a Keiko no le importe, pues vive obsesionada por el indulto, pero sus nietos podrán sostener  sin bochorno o turbación, la mirada escrutadora de terceros.

Que el año 2011 le traiga resignación espiritual.