EL NOBEL DE VARGAS LLOSA
Es la Academia Sueca y no al revés, la que debe sentirse honrada con la inclusión de Mario Vargas Llosa, entre quienes obtuvieron el Premio Nobel de Literatura. Contar con el escritor peruano dentro de sus galardonados, les resultaba un imperativo, no sólo por su estupenda capacidad de creación en los campos de la novela, ensayo, cuento, periodismo y teatro, sino por su actitud viril y rebelde, que ha enfrentado a dictadores de todos los calibres, sin hacer distingos pueriles.
Recibí, cuando conformaba los cuadros de Mario en el fenecido Movimiento Libertad, valiosas enseñanzas de esa gesta que promovía la iniciativa personal, el mercado como instrumento eficaz para la asignación de recursos y como ente regulador a través de la ley de la oferta y la demanda , así como la presencia del estado mínimo, encargado de la Educación, Seguridad Interna, Fuerzas Armadas, Salud Pública y Relaciones Exteriores, sin capacidad para otorgar privilegios. Hoy, a más de veinte años, las enseñanzas de Mario se han expandido y su sello se manifestó desde un principio. Fujimori fue el primero en coger la posta y tratar (sin conseguirlo) de aplicar el programa de su contendor, dejando de lado, claro está, la transparencia en el manejo de los recursos públicos.
La Academia Sueca ha premiado, en esta oportunidad, a un escritor con todos los merecimientos, el mundo hispano se ha conmocionado con este reconocimiento. En el año 1945 Lucila Godoy, conocida como Gabriela Mistral, una maestra escolar de nacionalidad chilena, aficionada a la poesía, con predilección por temas que no se si calificar de sensibleros, tales como el amor, la maternidad, los paisajes, la muerte, ganó unos Juegos Florales en Santiago, que sirvieron para que un ingenuo diplomático sueco, la recomendase a la Academia. Así, con criterio geopolítico, la Academia reconoció a Latinoamérica, por primera vez, en el campo de la creación.
Suecia es una próspera monarquía socialista, que acoge a especies en extinción, como lo hizo con Hugo Blanco. El país adoptó un giro humanitario a favor de los desvalidos del tercer mundo. Desde esa torre de cristal, donde impera el bienestar, observan con desagrado a dictadores de derecha que abusan de los oprimidos.
A Jorge Luis Borges, mago del cuento y del ensayo, que jugaba con la profundidad, la eternidad y se sumergía con maestría incomparable en los laberintos del idioma, como si se tratase de un juego de espejos, de poemas metafóricos, hallazgos líricos y fuerza emocional, le encantaba “epáté le bourgeois”, asombrar con declaraciones insólitas, a veces irreverentes. A un periodista que le preguntó sobre el aporte de la raza negra a la cultura universal, Borges, quien pudo decir que no conocía ninguna, prefirió el sarcasmo: “Hay una y es estupenda, se trata de la rumba el manicero”. Desde Alabama hasta Zaire y desde Haití hasta Nueva Zelanda, se levantaron voces enérgicas de protesta que quedaron grabadas en las meninges de los académicos. Como todos sabemos, la Academia perdió la oportunidad de contar con el maestro argentino, que miraba las tinieblas como lo hizo Homero. La Academia Sueca no podía cometer otro error por omisión, a riesgo de desacreditarse.
Mario, ajeno a las excentricidades, muestra un ímpetu extraordinario a favor de la dignidad de los pueblos. Es un quijote arequipeño provisto de adágaras y lanzas, con las que arremete contra dictaduras de derecha y de izquierda, privilegiando “la enseña libertaria”. En un cónclave intelectual llevado a cabo en Méjico hace algunos años, al hacer uso de la palabra, manifestó que el PRI era la dictadura perfecta, pues se presentaba con piel de cordero y maneras democráticas, convocando a elecciones y llevando a cabo otras maniobras distractivas en perjuicio del pueblo. Antes de levantarse la reunión, fue llevado por Octavio Paz al aeropuerto y embarcado en el primer vuelo que salió, sin importar el destino. Pudo no haber despertado al día siguiente.
Su producción literaria es vastísima, a pesar de que mi elección carece en absoluto de importancia, confesaré que después de muchas dudas, me quedo con la “La Guerra del fin del Mundo”, posiblemente porque no tiene connotaciones autobiográficas. En este libro el autor retrata con finos trazos, el levantamiento populachero, dirigido por Antonio Conselheiro, que ganó varias batallas al ejército, en el sertao brasilero, Tenían muchos reclamos simplones que hacerle al estado, uno de ellos, que no se practicara el censo.
En el Perú, su Zavalita de “Conversación en la Catedral”, se ha convertido en el interlocutor obligado de cualquier personaje que se preocupe por nuestra falta de bienestar. En Iquitos en el año 1989, durante su presentación en campaña ante un numeroso público, apareció un grupo de damas, financiadas por el partido aprista, para reclamar por la dignidad mancillada de la mujer oriental, en la novela” Pantaleón y las visitadoras”. Mario con energía , inmediata y lúcida capacidad de respuesta, replicó que su interés por esa parte del país, lo había convertido en la única persona que había hecho conocer al mundo la amazonia peruana. Estuvo brioso, resuelto, coherente y convincente. Las mujeres, con el estipendio guardado en el sostén, terminaron aplaudiéndolo.
Es difícil captar a los quince años el mosaico de razas, costumbres, orígenes y niveles socioeconómicos, de los alumnos que conformaban el colegio Leoncio Prado. La intervención de los oficiales en cualquier inmundicia que se les pusiese a tiro de pedrada y, finalmente, el administrador de un kiosco de golosinas, con desviaciones de todo orden. Cuando los militares, hicieron una pira de ejemplares del libro “La Ciudad y los Perros” y le prendieron fuego en una ceremonia, como corresponde a seres entrenados para destruir, le dieron un espaldarazo al escritor. Sólo en un país de salvajes, los profesores incentivan a sus alumnos a cometer actos de lessa cultura.
Alguna vez pensé, en mi infinita ignorancia, que la “Casa Verde” era apreciada, en su real dimensión por provincianos como yo, pues entre Ica y Piura existen muchas analogías. Después me di cuenta que cualquier libro de nuestro autor tiene carácter universal, y fascina, tanto a un boticario de Lugo, cuanto a una solterona de Medellín.
Patricia, su esposa, merece más de un reconocimiento. Ella intuyó el genio del esposo y puso empeño en llevarle la agenda, interceptar las llamadas que interrumpen su labor y afrontar las obligaciones domésticas. El, mientras tanto, pasa diez horas diarias frente a la máquina de escribir, con la disciplina de un empleado bancario. En el resultado que hoy aplaudimos, existen iguales dosis de inspiración que de transpiración, además de lectura, mucha lectura, infinita lectura, que Mario recomienda, tanto para quien quiera ser escritor o dentista. Esta es la mejor, sino la única forma, de vincularse al conocimiento e ingenio humano.
He recibido dos llamadas telefónicas del exterior y otras pocas dentro de nuestro territorio, en las que me felicitaban por el triunfo de mi amigo. Confieso que me conmovieron, profundamente, las expresiones de cariño para el triunfador.