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¡QUE TAL CUAJO!

Publicado: 2010-09-13

                                    

He usado esta expresión, para evitar la ordinariez de referirme, con todas sus letras, a la caparazón calcárea de algunos moluscos y que, si preguntásemos por ese significado a Marco Martos, Presidente de la Academia Peruana de la Lengua, nos daría, en una de sus  acepciones,  un término que profanaría la susceptibilidad mariana del Ministro de Defensa.

Los reporteros vienen pasando por el desagradable trance de aguantar los desaires, aumento de decibeles y gesto altanero en las respuestas de Rafael Rey, cuando le hacen una pregunta que le incomoda, mientras mira al periodista como si se tratara de una cucaracha, dejando a éste con las ganas de mandarlo donde se fue el padre Padilla. Debería este gremio tomar un acuerdo para no cubrir noticias o eventos de este personaje intolerante, dejando sólos a losl representantes de “El Correo”, “La Razòn” y “Expreso”.  Ojalá “Diario 16” no siga el rumbo de aquellos.

Disculpen la introducción, posiblemente innecesaria. En este artículo quiero expresar mi asombro, indignación y rechazo por la dación del Decreto Legislativo No. 1097, salido del despacho de Rey, un modelo armado con el exclusivo fin de beneficiar a miembros de la FF.AA., en actividad y en retiro, que cometieron crímenes de lessa humanidad y que están representados, en un número significativo de procesos penales, por el abogado Nakasaki, sin excluir a otro abogado de apellido Tapia, quien tiene en cartera a un grupo extenso de marinos, con procesos pendientes por el mismo delito.

 El ingenuo o pérfido Ministro de Defensa, ignoró por falta de preparación, o por el deseo de saltarse a la  garrocha, de puro soberbio,  la más elemental norma ética conocida como “conflicto de intereses”.  Este individuo con vocación de salta perico, tuvo la insolencia de consultar los términos  y alcances del “decreto alcahuete”, con Nakasaki y Tapia y luego al saberse descubierto, tuvo que admitir la situación, pero gritando a  pulmón batiente, su disconformidad contra la presunción, de todo el Perú,  que dichos letrados figurasen como asesores en la planilla del ministerio a su cargo. “Nakasaki no es asesor” dijo como argumento  de defensa, tesis tan simplona que no merece analizarse, pues quedaríamos a la altura del ministro. Acepto que su debacle moral se atenúa  al haber admitido la intervención de estos  abogados,  quienes deberán ser procesados en el Comité de Ética del Colegio de Abogados de Lima.

Tengo la convicción relativa que por el  catolicismo a ultranza que profesa, el ministro no se va a meter al bolsillo el 50% de los honorarios profesionales de los dos abogados favorecidos, tampoco que Hermoza Ríos termine girando un cheque por diez “palos verdes” a una cuenta secreta del Banco del Vaticano. El ministro sufre de una profunda distorsión macartista, como aquel personaje dela película “The ugly american”, quien al escapar de una estación policial, llega a  casa después de tres días y al entrar en ella suelta el llanto ante su mujer e hija, les cuenta que el mundo se le ha venido encima, que lo han acusado de lo peor, preferiría cargos por parricidio, pedofilia o envenenamiento masivo, pero  lo que han hecho con él no tiene nombre. Finalmente acepta hablar y revela que lo han acusado de comunismo, luego los tres se abrazan y lloran a moco tendido, como correspondía a la época de la Cortina de Hierro y la Guerra Fría. El ministro tiene una mentalidad trasnochada, necesita un baño de “aggiornamento” y no seguir con las orejeras que impuso la propaganda americana de ese entonces.

Nakasaki  no es asesor del ministerio, contesto el cándido personaje, como si estuviese padeciendo  el síndrome de Down. La actuación de Rey constituye un baldón para el país en general y para el equipo ministerial en particular. Creo que Alan García maneja otros códigos, está por encima del bien y del mal, se divierte con la actuación de este niño malcriado, aún en etapa de formación, y posiblemente en estas “gaffes” y los colerones que muestra con la boquita fruncida, radique su encanto.  Alan va a mostrar quien es dueño del partido, protegiendo a su engreido

No el “ugly”, sino el “pretty american”, ha dictado una lección de cretinismo.


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