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MARCOS AGUINIS

Publicado: 2010-08-23

                                                          

Marcos Aguinis es un brillante periodista y mejor ensayista, de nacionalidad argentina, reconocido y aplaudido más allá de las fronteras de su país. Pertenece a la aguerrida estirpe askenazi, descendiente de los “Gauchos Judíos” que se afincaron en “Entre Ríos” y son conocidos en el país austral como los “rusos”. No visitaba Lima desde hace siete años y vino como distinguido invitado a la Feria Internacional del Libro.

De regreso al terruño, publicó en “La Nación” un elogioso artículo, manifestando su sorpresa por la metamorfosis kafkiana que había sufrido nuestra ciudad capital: Calles limpias, muros bien pintados, infinitos trabajos de restauración, incontables nuevos edificios, tareas para mejorar el tránsito, embellecimiento de la costa y un clima general de optimismo.   Inicialmente me confortó su percepción de hombre inteligente, con capacidad de compulsar crecimiento y orden, luego reflexioné y pensé  que Aguinis me permitiría el derecho a la discrepancia parcial, acerca de algunas apreciaciones contenidas en su artículo, que no son todas las reseñadas hasta este momento.

Nuestras calles no son limpias, tenemos una grave deficiencia cultural y cívica, desde las ventanas de los autos, incluso de congresistas y otro tipo de autoridades, vuelan hacia afuera envoltorios de golosinas y cáscaras de plátano. La falta de mingitorios y la gran proliferación de vendedores ambulantes, permite que el centro de la ciudad emane un intenso olor a amoniaco. Los autos y los buses medianos y chicos, que se cruzan en tantas rutas, como idiomas se hablaron durante la construcción de la Torre de Babel,  con el anhídrido carbónico que expulsan , colaboran eficientemente con el calentamiento global, el cáncer pulmonar de los limeños y han tendido una cortina de humo ante los ojos del ilustre huésped.

Como el periodista estuvo en los inicios de una campaña electoral, las paredes  se encontraban y aún están repletas de pintas, con el nombre de sus candidatos y el cargo que pretenden, pintados con brocha gorda y colores estridentes, habrá  podido leer apellidos extravagantes, como Cajina, que para un argentino compendia la cajetilla, impronunciable en su capital, con la vagina tan trajinada por  ginecólogos. Hay también infinidad de afiches, pegados con tosco engrudo, que muestran rostros patibularios, pre históricos que, al menos, sirven para asustar a los niños que no desean engullir la comida. Nuestro centro histórico, heredero del Virreinato del Perú, se ha envilecido por reconstrucciones de tosco cemento y pésimo gusto.  Se mantienen, aún,  locales antiguos, convertidos en “conventillos alumbrados a querosén”, como reza el tango. Es verdad que las autoridades  se encuentran abocadas en la inútil tarea de mejorar el tránsito, todos los esfuerzos son, hasta ahora, estériles. En un debate entre los candidatos para ocupar la Alcaldía de Lima, se llegó al consenso de que los principales problemas que corresponde a sus atribuciones, son: el tránsito vehicular; y la inseguridad ciudadana. Los míticos cuchilleros del barrio de la Boca, son” pibes” de pantalón corto, frente a los ejemplares lombrosianos que asolan la ciudad.

 Lima siempre dio la espalda al mar. Hace cuarenta  años se inicio la tarea de construir una carretera costanera, inexistente hasta ese momento por  razones de conformación geográfica, que uniese Lima con el Callao, ciudades que son ahora una sola identidad  urbana. Debía llamarse, como eufemísticamente aún se llama, la “Costa Verde”. Quien transita por ella, tiene a un lado el mar, contaminado por una increíble descarga de desagües, que cambian la coloración del agua y al otro un acantilado, que parece cortado a cuchillo, de treinta metros de altura, formado de tierra y piedras. En algunos sectores, unos alcaldes más diligentes que otros, han sembrado algo de verde. Pero los proyectos y las inquietudes persisten. Es cierto (punto para Aguinis) que se están construyendo innumerables edificios, de manera compulsiva. Ciertamente, muchos empresarios de la construcción no respetan los parámetros urbanos, se les autoriza seis pisos y construyen nueve. No recuerdo que algún municipio haya ordenado demoler la construcción levantada por piratas, quienes se amparan en decisiones judiciales que los favorecen. Un amigo mío decía que entre un juez bruto y otro venal, prefería al último, porque a éste se le convence con dinero. En este caso me produjo risa la intensa carga de cinismo.

La gran verdad  es nuestra devoción por el general José de San Martín,  mestizo como nosotros, correntino nacido en Yapeyú. Bolívar está en un segundo y lejano nivel de aprecio. La diferencia es de siempre, en mis padres y abuelos era palpable. No tiene  relación alguna con el proyecto apocalíptico que Hugo Chávez tiene para Venezuela. Es simplemente una cuestión de empatía. San Martín tenía que completar una misión continental. Bolívar tenía sueños imperiales, ansias desmedidas de poder.  Es posible que no tenga razón en mis apreciaciones, pero esa es la percepción que se tiene en el Perú.

No conozco  encuesta que  otorgue aplastante aceptación de orgullo y optimismo en el 95% de los peruanos. No quiero ser enfático, porque la redacción del párrafo me lleva a varias interpretaciones. Sólo diré que el candidato del partido gobernante a la Alcaldía de Lima, ex parlamentario fogoso, distinguido embajador en Italia y, posiblemente, el abanderado de la doctrina aprista, ha tenido que retirarse de la contienda electoral, por que las encuestas lo tenían por debajo del uno por ciento de intención de voto. Quiero añadir, que el señor Carlos Roca Cáceres, tiene fama de ser un político honrado, lo que hace aún más extraño el rechazo popular. ¡Cosas veredes Sancho!

Fujimori está preso, nos dice Aguinis, añadiendo que no todo lo realizado por su gobierno fue despreciado ni destruido. Coincidimos con él, pero le recordamos que está preso por sus infracciones dolosas al Código Penal y no por los aciertos que, solamente para temas históricos, deben asentarse en la columna de su activo.  Cuando Mario Vargas Llosa volvió al Perú, después de su derrota electoral, nos recordó a la gente de su entorno, que no debíamos ser mezquinos, pues el presidente, con programa propio o pirateado, estaba dando pasos acertados. Fujimori pretendía entronizarse. Hirohito y Akihito eran sus guías y deseaba instaurar una dinastía al estilo nipón, de la cual sólo se le podría sacar con fuegos artificiales, como los de de Hiroshima o Nagasaki. En efecto la hija Keiko es diputada y seguramente candidata en las próximas elecciones presidenciales. Su programa de gobierno, para obtener votos, consiste en recordarle a los “descamisados” , los regalos que su padre llevaba en camiones, malversando  dineros estatales. Ella soporta un proceso penal porque recibió US$ 1’200,000 de su padre, que  llevó en diferentes viajes en el bolso de mano, a fin de sufragar los estudios que los cuatro hermanos  cursaron en Harvard. Ante los jueces ha dado versiones contradictorias y se nota presa de agitación y desagrado por su complicidad. Hay que recordar que Alberto Fujimori, no cobró un solo sueldo durante los años que ejerció la presidencia. La principal preocupación de Keiko, quien no ha descubierto la pólvora, es llegar al poder para amnistiar a su padre, por otro lado, debemos reconocer (noblesse oblige) que es una dama discreta, de buenas maneras, enemiga de conflictos y confrontaciones.

Prefiero no hablar de las inquietudes hormonales del  Presidente de la República, por tratarse de un tema absolutamente personal. Debo admitir que no estoy familiarizado con los temas eclesiásticos, pero el Cardenal Primado del Perú es una suerte de Fouché actualizado, aunque ciertamente clerical, pertenece a la orden conocida como el OPUS DEI, que creció al amparo de Francisco Franco Bahamonde y que es la versión moderna de la Compañía de Jesús, la de Iñigo López de Recalde, quien se hacía llamar Loyola,  que fuera expulsada de los reinos de España y Portugal, por su afán de meter las narices en círculos financieros y de poder. El cardenal tiene  hoy a un ministro en el gabinete de Alán García y estoy seguro que si nuestro presidente fuese Calígula, el primado le hubiese dado la comunión a su caballo.

Debo aceptar que existe irrestricta libertad de prensa, si a algún medio le dan más publicidad que a otro, eso sería “pecatta minuta”. Es absolutamente cierto que a pesar de diferentes discursos, programas e ideologías, se viene manteniendo  apreciable continuidad en políticas de estado. No existe compulsión por acabar con lo precedente y buscar nuevas sendas. Esto resunta un verdadero reflejo de madurez, que las noticias periodísticas del 22 de agosto, opacan, cuando hacen trascender la opinión de nuestro mandatario, en altos círculos políticos mapochinos, relativos a su preferencia por que lo releve Keiko Fujimori o  Luis Castañeda, actual alcalde limeño, porque cualquiera de ellos seguirá su línea de gobierno. Esto sería gravísimo, porque su primera obligación es la de no interferir en los próximos comicios Hace un tiempo cometió la impertinencia de opinar que un presidente no puede dejar como sucesor a quien él desee, pero si puede impedir el acceso de quien no le parezca aceptable. Con expresiones de esta naturaleza, es como si nuestro primer magistrado defecase sobre el espíritu de Montesquieu y se asease con las páginas del “El espíritu de las leyes”

Las estadísticas gubernamentales tienen la misma credibilidad que el viaje de retorno de Ulises a Atica, Hace dos días, un ex parlamentario aprista de mucha figuración en otra época, varias veces parlamentario, y consanguíneo  de Haya de la Torre,  se refirió a cifras en un canal de T.V. y remarcó que cuando Alan García accedió al poder, leyó datos estadísticos groseramente adulterados. Lo hizo pensando que al retirarse, llevaría a cabo una comparación  y  podría mostrar excelentes logros en su gestión

Me resulta penoso hablar de la educación  pública en el Perú. Quiero poner ejemplos equivalentes a alumnos argentinos de 16 o 17 años de edad, en el último año escolar, que no supiesen quien fue Juan de Garay. Podemos también hablar de José Figueroa Alcorta o José Félix Uriburu, para referirnos al siglo veinte.

Así como de adulto me sorprendí, al comprobar que la casa de mi abuelo no era lo inmensa que yo recordaba en mi primera infancia, creo que Marcos Anguis de muy buena fe y con una proyección más clara que la mía, ha visto detalles que a mí se me han escapado.

Hace un minuto y después de acabado este artículo, el Jurado Nacional de Elecciones acaba de emitir una resolución, que no puede ser recurrida y que deja fuera de carrera al candidato del Presidente de la República, a la Alcaldía de Lima.  Esta decisión  no sólo honra al ente colectivo, lo hace también con el Perú y con todos los peruanos. Hoy el diario “La Primera” ha publicado un artículo de mi autoría, en el que sin hacer recomendación alguna,  expreso confianza en la idoneidad  de esta autoridad electoral. Ojalá esto hubiese sucedido antes que Anguis redactase su artículo,  le va a  dar envidia este gesto de independencia, y yo no me hubiese sentado frente a la computadora a confesarle mis frustraciones


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